"¿Debe el arte entenderse o sentirse? ¿O ambas cosas? La eterna disputa entre la racionalización y la emoción en la recepción de una obra artística puede aplicarse perfectamente a la obra de Carlos Atanes. ¿Hubo alguien el jueves pasado en el Café Teatro del Arenal que entendiese realmente Maximum Shame? Pero, ¿había que entenderla o sentirla?… ¿Es una película para el consciente o para el subconsciente? Podría achacársele a Carlos Atanes no que su cine sea personal, cosa siempre de agradecer, sino que sea personalísimo, tanto que es muy complicado que el espectador llegue a comprender su discurso. Sus obsesiones son tan particulares, o al menos la forma en que las afronta son tan particulares, que difícilmente alguien que no sea de su entorno cercano puede descifrar sus verdaderas intenciones. “El Amor Catalán”, por ejemplo, adquiere mayor relevancia si se conoce la relación amor/odio que el director mantiene con su comunidad de origen. Pero, ¿importa realmente conocer al detalle las causas de los efectos? Rotundamente NO. Estamos tan acostumbrados a que nos lo den todo hecho, a que los relatos tengan una coherencia evidente, a una lógica clara y un mensaje meridiano, que no aceptamos que alguien pervierta esta situación. En Maximum Shame, como en todo el cine de Atanes, lo evidente no tiene lugar; lo simbólico, casi siempre envuelto en velo de los sueños, sí encuentra acomodo (aunque a veces sature tanta semiótica)… Pero el arte, volvemos al principio, no tiene por qué explicarse. Un poema, un cuadro, una película no tienen que tener un documento explicativo adjunto, sobre todo porque el arte no admite lecturas unilaterales. Podría creerse que en esta perorata mía no pretendo sino justificar la falta de comunicación de Atanes. Desde luego no es mi intención justificar nada, sobre todo porque primero tendríamos que definir muy bien qué es la “comunicación” (o la “incomunicación”)."
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