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Saturday, July 9, 2011

Ahora es el mejor momento.



El teatro es como el cocido, hay que dejarlo reposar. A lo largo del mes de mayo las nueve representaciones que hicimos en Madrid de "La Cobra en la Cesta de Mimbre" fueron, una tras otra, reajustando las piezas del montaje. Eso provocaba ligeras variaciones de una función a otra, oscilando entre el drama y la comedia. Media palabra o un gesto microscópico aquí o allá alteraban el tono de una escena. El proceso me recuerda también al proceso de formación del cráneo de un niño. Al nacer los huesos del cráneo están separados, pueden incluso superponerse. Con el crecimiento las piezas se funden unas con otras hasta formar una sola pieza. Una pieza a veces más dura de lo deseable, ya saben...

Pero basta de divagaciones, a lo que iba: a su vuelta en julio "La Cobra en la Cesta de Mimbre" se ha asentado por fin, es un espectáculo maduro. Todas las funciones son excelentes. Ese difícil equilibrio entre realidad y fantasía, drama y comedia ha cuajado y funciona. Algunos espectadores sienten la irrefrenable tentación de hablarme al salir. Y me dicen que se han divertido, que no han perdido hilo en ningún momento, que se han reído y hasta que se han emocionado. Y que van a tener mucho que pensar en los días sucesivos. Yo sí que me emociono cuando oigo esas cosas. También me emociono viendo a la gente entrar por la puerta y tomar asiento -siempre lo más cerca posible del escenario, por favor- sublevándose contra los rigores que nos acosan: un tiempo concupiscente en el exterior de la sala, ganas de tumbarse a la bartola y el hiato ocasionado por un mes entero de ausencia, que ha hecho trizas la correa de transmisión del boca-oreja y que es nuestra única herramienta de promoción fiable -la nuestra y, para qué nos vamos a engañar, la de todo el mundo.

Pero quizá esos rigores no sean, al cabo, tan tremendos si tenemos en cuenta que se ven contrapesados por sus correspondientes contraprestaciones: un espacio-tiempo insólito en el interior de la sala, ganas de ver un espectáculo diferente y la satisfacción de que, con hiato o sin hiato, la gente sigue propagando maravillas de esta obra allá por donde pisa.

Sus reservas aquí, damas y caballeros:


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